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HISTORIA NAIPES EN ARGENTINA

      Los naipes fueron introducidos en el Continente Americano por los exploradores Españoles luego de la colonización aunque no hay pruebas concretas de que así haya sido.

      Para Argentina los naipes provenían del Virreinato del Perú y se introducían por Chile. Se registran datos de entrada de naipes desde 1550.

     Los indígenas se aficionaron rápidamente a los juegos con cartas, esto se ve confirmado por unas antiguas barajas realizadas y encontradas en la Patagonia Argentina. Se registran solo 2 mazos de cartas indígenas, la más importante se encuentra en el Museo Patagonia Francisco P. Moreno de San Carlos de Bariloche (Rio Negro).

      Parte de otro ejemplar encontrado (solamente 15 cartas)  pertenecían a los Indios Tehuelches (habitantes de la Patagonia), están realizadas con retazos de cuero de guanaco pintado con figuras antropomorfas y zoomorfas. Estos naipes miden 8,78 cm. de largo y 5,49 cm. de ancho, con un espesor de 0,48 mm. Se cree que los naipes eran similares a lo de los Españoles y que los Tehuelches siguieron la escala de la baraja de 40 cartas, solamente que representaron a sus propias figuras.

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      Los naipes fueron donados al Museo Patagonia entre 1944 / 45 por el Tte. Cnel. Napoleón Irusta cuando asumió la presidencia de Parques Nacionales.

      En su Vida entre los patagones el marino británico George Chaworth Musters se refiere a la inclinación que sentían los indios por los juegos de azar, y nos brinda el siguiente testimonio: "Las cartas que se usan a veces es la baraja española, que se obtienen en las colonias, pero lo más frecuente es que los indios usen otras de cuero, fabricadas por ellos mismos. Estas, como los naipes españoles comunes, están marcadas con los numerales hasta siete; pero las figuras son completamente distinta porque, en vez de ellas, se veían monogramas de origen nativo cuyo significado, si tenían alguno, era indescifrable. El as, sin embargo, es un poco parecido al nuestro. Los juegos más comunes son panturga, primero, siete y yaik o fuego, una especie de burro. Los jugadores se sientan en rueda, con un poncho o una mantilla que representa el tapete verde; sus fichas consisten en pedazos de ramitas o hierba, y su sistema de tanteo es complicado. Yo, por lo general, cuando me permitía el lujo de jugar, lo hacía en sociedad con otro que se encargaba de tantear, pero mi buena suerte constante me quitaba las ganas de aceptar invitaciones a entrar en la rueda. Cuando se pierde la apuesta, ya se trate de un caballo, una tropa de yeguas, una montura, un lazo o cualquier otra cosa, el ganador manda sencillamente a un amigo a buscarla, o va él mismo a tomarla; toda deuda de honor se paga escrupulosamente en seguida. Con frecuencia se pierden y se ganan apuestas de consideración".

      En Argentina además de estos 2 ejemplares mencionados, hay otros similares en el Museo de La Plata (Prov. de Bs. As.), también provenientes de la Prov. de Santa Cruz.

      La difusión de los naipes era tal que en 1653 en Concepción de Chile, se comercializaban 2.500 barajas mensuales. Hay indicios de que este juego fue ampliamente difundido también entre los indios Mapuches de la zona de Araucanía.

      En el Museo de Historia de Santiago de Chile, hay un par de mazos de cartas indígenas que fue realizado por los indios Tehuelches del pueblo de Aoniquén.

      Para el año 1650 la Real Hacienda autoriza la impresión de naipes en Argentina que años más tarde es prohibida, recurriéndose entonces a la importación. Hasta la época de los movimientos independientes, los naipes se imprimían en España y eran llevados a la colonias para su venta por la renta de tabacos y naipes del Virreinato.
 

      Entre los juegos de naipes que más corrientemente se practicaron durante la época colonial en las mesas particulares, en pulperías, cafés y casas de trucos, figuraban la baceta y el faraón; el paro, en el que se sacaba una carta para los "puntos" y otra para la "banca", ganando la mano la primera que lograse formar pareja con las que iban saliendo del mazo; el sacanete (o lansquenete), similar al paro; el cacho, en el que se formaban "flores"; la primera, que se jugaba con cuatro cartas por jugador y en la que ganaba la suerte del "flux", esto es, la posesión de cuatro cartas de un palo.

      Entre los siglos XVI y XVIII los naipes estuvieron regulados por diferentes disposiciones judiciales (leyes y decretos) que limitaban o prohibían el uso de naipes, debido a que al jugarse grandes sumas de dinero solía desembocar en trifulcas: "en consideración de los excesos del juego de naipes, dados y otros de suerte y envite, y de juntarse y concurrir a esta pésima ocupación mucha gente ociosa, de vida inquieta y de depravadas costumbres, de que puedan resultar y resultan con frecuencia los mayores inconvenientes y los delitos más atroces en ofensa de Dios Nuestro Señor, con juramentos, blasfemias, muertes y pérdidas de honores y haciendas, de que también se originan alborotos y desasosiegos, que perturban la pública quietud y desatan o rompen los vínculos de la unión y de la tranquilidad de las familias y de los pueblos".

      En los primeros tiempos de la Independencia se autorizó su fabricación en los establecimientos de Manuel José Gandarillas (1815) y José María Quercia y Possi (1816), a quienes se puede considerar entre los primeros naiperos argentinos.     

      Consultando la tabla de Fabricantes de naipes de Argentina podrá ver en forma ordenada las distintas empresas según  fecha de aparición

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